Lo reconozco. Me di de alta para recibir los correos de
Goop en cuanto salió la página. Y me da igual la manía que le tienen en Estados Unidos a
Gwyneth Paltrow, sólo equiparable a la que los medios de comunicación y el público en general (sé que hay excepciones) le tienen en España (sin motivo para tanto ataque personal, y ser incapaces de dar las noticias con un mínimo, sólo un mínimo, de imparcialidad) a Victoria Beckham, Tom Cruise y Katie Holmes -y no soy fan de ninguno de ellos-.
Me di de alta en Goop, y me encantan sus correos semanales.
Es muy fácil sacarle defectos al contenido, sobre todo cuando no comulgamos con él (no comer alimentos de color blanco, matarse a hacer ejercicio -que es muy sano, pero
muy cansado-, una americana de Martin Margiella y un brazalete de Roger Vivier fuera del presupuesto de muchos,
restaurantes y hoteles también carísimos, etc.), pero hasta los famosos tienen derecho a su propio blog o página sobre estilos de vida. A mí lo de los alimentos por colores como que no, aunque francamente me hubiera chirriado un poco que en Goop sólo se recomendaran hoteles de dos estrellas como mucho. En la suya, ni mejor ni peor que la mayoría y con muchas menos pretensiones,
Paltrow suele contar con la colaboración de especialistas de todo tipo. Pero de todo todo todo tipo. Y aunque puedan ser un poco ñoñas a veces,
las cartas introductorias con toques sobre su vida personal, tienen su encanto. Además, los correos sobre los
regalos de Navidad, las
exposiciones que recomendó,
cómo llevar un
little black dress, y
las recetas (nivel principiante) que da,
no tienen nada que envidiar a lo que nos cuentan desde cualquier revista femenina especializada. Claro que, cuando criticas, recordar estos correos no interesa demasiado.

En fin,
meterse con una niña bien que ha triunfado en su carrera profesional, en su vida personal, que tiene amigos súper famosos, y también desconocidos, y que es un icono de estilo para muchos (conseguir tres "efectos Gwyneth" reconocidos oficialmente: pashmina, taconazos imposibles, y microvestidos; y uno sin reconocer: la media melena; además de un contrato publicitario millonario con Estée Lauder, que no su propio perfume con Coty, no es moco de pavo),
es fácil. Tanto como meterse con
gurús de la vida sana y sus batidos, o líderes espirituales y sus
recetas contra el pesimismo. Muy fácil, puedes hacerlo en blogs, foros, revistas de corazón, la tele, o
desde el New York Times.

Ahora, que ya veremos
cuántos salen esta semana, como todas tras un nuevo correo de Goop, a llamar a Steven Spielberg tópico al recomendar "El Padrino", y a acusar a
James Gray de dárselas de intelectual por recomendar "Los cuatrocientos golpes". No creo que muchos. Es más fácil llamar tópicas a las amas de casa que
recomiendan libros como
El amor en los tiempos de cólera o cualquiera de
Jane Austen; y tachar de petulante a Madonna por decir que uno de sus libros favoritos es "Travesuras de la niña mala" de Mario Vargas Llosa.

Bueno, igual a
Sofia Coppola es a la que le caen dobladas esta vez.
¿Quién se cree que es ella para decirnos qué pelis le gustan? Una cosa es que
el New York Times quiera saber a qué camisería parisina lleva las camisas de seda de YSL de su madre para que las transformen en vestidos o en qué tiendas de lujo se compra la ropa, pero ¿Gwyneth Paltrow contándonos sin que nadie le pregunte que puede permitirse dormir en el Ritz, y preguntándole por su cuenta a Sofia Coppola sobre su pelis favoritas? Bastante tenemos con que le preguntara a
Christy Turlington sus libros favoritos, y no a
Harold Bloom. Y eso que la top model no es escritora profesional, al menos Coppola (que coincide en Tootsie con Spielberg) trabaja en el cine.